19 de Abril del 2017
Cuando estaba en el quinto semestre de universidad, tuve que llevar un diario de campo para una materia de investigación. En una ocasión, escribí en él: «Tuvimos noticia de...» de una manera que sonaba desactualizada. Sólo hasta después de verlo escrito recordé que ese semestre estaba tomando la materia de Literatura española medieval y renacentista. Mis compañeros y yo habíamos comenzado a hablar con arcaísmos, en algunas ocasiones a propósito, en otras, sin darnos cuenta. Así, hacíamos diligencias a algún lugar o conseguíamos lo que fuera menester para la siguiente clase.
La lectura es una de las primeras cosas que aprendemos de pequeños, y actualmente es el pilar mayor en el que se apoya la comunicación. Redes sociales, mensajes instantáneos; la minicomputadora que llevamos en el bolsillo exige que sepamos leer y escribir.
Leer es una de las mejores herramientas para tener una buena ortografía -y, por tanto, una buena comunicación-, porque en los libros podemos ver las palabras escritas correctamente, y nuestro cerebro las registra. Entonces, ¿qué sucede cuando lo único que leemos es mala ortografía en redes sociales? ¿Se expande a otros seres humanos como una epidemia de zombis con deficiencia lingüística? No lo sé. La lengua cambia, de eso no hay duda. A través de las décadas y los siglos, las palabras cambian su morfología y se adaptan a un uso más práctico del lenguaje, y las academias de la lengua se dedican a registrar estos cambios en sus diccionarios, de manera que siempre podamos identificar las palabras y nunca perdamos la capacidad de comunicarnos.
La literatura ofrece un amplio abanico de posibilidades lingüísticas: los escritores no sólo se empeñan en utilizar palabras poco conocidas, estrambóticas inclusive, sino que además se aseguran de mostrar los mundos que inventan a través de figuras literarias distintas. También hay quienes prefieren apegarse más a la situación actual del mundo en el que viven, y así emplean un lenguaje que los lectores sienten más cercano.
Busca los libros editados por las mejores editoriales y las revistas de alta calidad; es fácil reconocerlos, por la claridad y fluidez del lenguaje y el buen contenido que incluyen.
Y no te preocupes; las nuevas morfologías comenzarán a ser registradas en los libros actuales, mas nadie te pedirá que cambies tu léxico de un día para el otro.
Claudia Sánchez Quiroz
Community manager y correctora de estilo
Abril de 2017